viernes, 23 de septiembre de 2016

Sobre CAFÉ SOCIETY

Sí, ya sé que hoy lo que toca es hablar de “El hombre de las mil caras” o de “Los siete magníficos”, pero no puedo evitarlo: si echo la vista atrás me viene el recuerdo de la maravillosa “Café Society”, la última película de Woody Allen. Habría que comentar muchos aspectos de esta lograda obra del cineasta neoyorquino, pero quedémonos con su desolador final (y ahora sigan con la lectura sabiendo que, evidentemente, vienen spoilers).


Ya acercándonos al desenlace, Bobby, nuestro protagonista, un inspirado Jesse Eisenberg, se reencuentra con Vonnie (Kristen Stewart) que, recordemos, había sido su amor apasionado en la breve época que pasó en Hollywood. Ahora, sin embargo, ella viene acompañada de su marido (y tío del personaje de Eisenberg, interpretado por un magnífico Steve Carell que, por cierto, entró en este rodaje al causar baja Bruce Willis) y Bobby ya está casado con Verónica, a la que da vida Blake Lively.


Y ahora centrémonos en el plano que cierra la película: acaba en la nuca de Bobby, mientras contempla la pequeña orquesta que toca en el escenario. Recuerda, quizá, lo que pudo ser y no fue. Recuerda, quizá, que jamás sentirá lo que sintió con la chica que rechazó estar con él para casarse con su tío. Un final no demasiado alegre, ¿cierto? Poco antes, en una secuencia que resuelve la trama de Ben, su hermano gánster, interpretado por Corey Stoll, tenemos un plano similar, desde atrás, donde el propio Ben recibe de manera estoica su sentencia de muerte por parte del tribunal que lo juzga. ¿Equipara, pues, el señor Allen, la desolación por la pérdida del amor verdadero a la pérdida de la vida? Por planificación, así es, pero si atendemos, además, a la paleta cromática comprobamos que mientras el cierre de la película se produce entre tonos oscuros, azulados y fríos que rodean a Bobby, su hermano gánster asiste a la resolución de su juicio entre colores amarillentos y cálidos. Así, nuestro protagonista se enfrenta a algo que, según se cuenta y tal cómo se cuenta, es peor que una condena a muerte.

CINE.


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