lunes, 5 de diciembre de 2011

El Manuscrito de Avicena


Hace algún tiempo me llamó la atención una entrevista que escuché en la radio. El autor de una novela recién publicada hablaba con el locutor sobre el hecho de que en su obra se plasmara una situación que la imparable actualidad acababa de confirmar: una Al-Qaeda sin la presencia de Bin Laden. El presentador radiofónico (quizá Carles Francino, quizá Luis Herrero… quizá ambos) se sorprendía y con su tono marcaba lo que de acontecimiento tenía el hecho de que alguien sacara al mercado una novela que, apenas unas horas después de la muerte del líder de Al-Qaeda, se descubría con una trama que actualizaba el panorama en Oriente dentro de una historia de ficción.



    Es lo que sucede en el “El manuscrito de Avicena”, una novela de Ezequiel Teodoro que ya va por su tercera edición y que está demostrando tener unas excelentes piernas en su recorrido omnipresente por la geografía española, a través de prensa y presentaciones en librerías, dándose a conocer y mostrando unas virtudes que sin duda apasionarán a los seguidores de la novela histórica… aunque estoy convencido de que la novela nos ofrecerá todavía más.
    Y digo que estoy convencido porque “El manuscrito de Avicena” reposa en  mi estante de lecturas pendientes (donde, por cierto, empiezan a acumularse libros  a una inquietante velocidad), a la espera de que pueda encontrar un hueco de descanso entre el frenesí laboral y creativo para poder entregarme al placer sereno y apasionante, ese sagrado goce, de las lecturas que desde su premisa atraen, como la novela de Ezequiel, y, además, confirman lo que es un secreto a voces, por más que muchas veces se nos diga lo contrario: la ficción siempre supera (y se anticipa) a la realidad.

©José Luis Ordóñez (texto), diciembre 2011

 



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